MARIANO
JOAQUÍN BOEDO
EN EL
BICENTENARIO DE SU MUERTE
Es
cosa probada, que cada vida es hija de sus obras. No es necesario el hecho
magnífico, la hazaña que exceda el escenario local, para que la historia juzgue
y coloque a cada hombre, en el sitio dilecto de hijo ejemplar de la patria.
Por
el contrario, la historia se teje también con la labor callada de todos los
días, como si la patria fuera un gran panal donde cada abeja lleva calladamente
al mismo, la miel que produce. Tal es el caso de Mariano Boedo.
Le
tocó a este benemérito salteño, actuar en una época particularmente difícil
para la patria y en todos los cargos que desempeñó sus dotes personales, su
fervor patriótico, su visión de estudioso, le permitieron coronar con éxito las
tareas más difíciles.
Aníbal Lomba
Nació en Salta, el 25 de julio de 1782, siendo
sus padres, Manuel Antonio Boedo y María Magdalena Aguirre. Fue bautizado
el día 27 del mismo mes con los nombres de Mariano Joaquín. Hizo sus
primeros estudios en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, en
Córdoba, donde cursó tres años, pasando después para completar su carrera, a la
Universidad de Charcas, en donde, por no pagar los fuertes derechos que
demandaba el doctorado, su familia, que lo costeaba, lo facultó solamente para
el de Licenciado “in utroque”, no obstante haber dado brillante prueba de su
capacidad en los estudios hechos sobre leyes civiles y teología, donde mostró
ingenio peregrino y un profundo talento. De todo ello pudo quedar justamente complacida y orgullosa
su ausente madre, leyendo sus cartas, en las que Mariano decía: “Fuera de los tres exámenes de leyes
que tengo dados –de los que salí con mucho lucimiento y aplauso- di uno de
teología, el día 18 del presente mes, de sesenta cuestiones. Salí con
muchos más aplausos que en los de leyes, mereciendo que el rector de la
Universidad divulgase mi habilidad por toda Chuquisaca y que hiciera mucha
estimación de mí, hasta llegar a decirme que me dispensaría algún dinero del
grado” (carta de Boedo del 25 de abril de 1803, archivada en el expediente de
la testamentaria de Manuel Antonio Boedo.
En 1804 logró ocupar la secretaría de la Real
Audiencia y en mayo de 1805 se recibió de abogado. Durante la estadía de
Mariano Moreno en Charcas, ambos cultivaron amistad y confianza, siendo
condiscípulos y profesando las mismas ideas federales, coincidiendo también en
lo altivo y orgulloso del carácter. Su guardián preceptor, el doctor
Fernando Córdoba, hubo con este motivo de impresionarse, causa por la cual
escribió a la madre de Boedo: “En él descubro bastante juicio, opinando que es
conveniente se le menguara la mesada, puesto esto es lo que domará su
engreimiento, crea usted que así le ha
de rogar”.
Esta vinculación con Moreno fue seguramente lo
que determinó más tarde a éste a nombrar a Boedo, que se hallaba en Salta en
aquella época, como asesor del coronel Juan Martín de Pueyrredón, que con fecha
3 de agosto de 1810 había sido designado por la Junta de Buenos Aires,
gobernador intendente de Córdoba. Boedo fue nombrado por decreto de la
Junta de fecha 20 de noviembre de aquel año.
Previamente, Mariano Boedo había contraído
primeras nupcias en Salta, el 18 de febrero de 1807. Del acta de matrimonio
surgen una serie de datos que son muy relevantes porque ratifican los suministrados
en la bibliografía y rectifican otros al merecer mayor valor, por su carácter
documental.
El matrimonio fue celebrado en Salta, en dicha fecha según consta en documentos del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Allí se consigna que Mariano Boedo es licenciado y abogado, graduado en la Universidad de Charcas; “hijo legítimo del finado Don Manuel Antonio Boedo y de Doña María Magdalena Aguirre”. Esto es importante, porque en algunos documentos varía el nombre de sus padres. Lo que se halla indescifrable es el nombre de la esposa, sí puede leerse que fue hija legítima de Pablo Leser y de Manuela Del Carrillo. Podría tratarse de un raro nombre, pero por algunas de las letras que aparecen en algunos casos con mayor claridad, no se ha podido encontrar similitud con nombres consignados en obras específicas, relativas a nombres de personas.
Ese nombre se aproxima bastante a Janira. Pero podría tratarse, dada la estructura del manuscrito, es decir la morfología gramatical de la época, de Javiera, y en apoyo de esta interpretación así se consigna en la recopilación y colección de biografías dirigida por Leónidas F. Acosta, “Perfiles”, aunque aquí se anota el apellido como Lesser, pero lo que emerge a primera vista del acta es que el apellido es Leser y no Lesser, con doble s. Lamentablemente no se sabe nada más acerca de esta señora, ni qué fue de ella tras la muerte del Dr. Boedo.
El matrimonio fue celebrado en Salta, en dicha fecha según consta en documentos del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Allí se consigna que Mariano Boedo es licenciado y abogado, graduado en la Universidad de Charcas; “hijo legítimo del finado Don Manuel Antonio Boedo y de Doña María Magdalena Aguirre”. Esto es importante, porque en algunos documentos varía el nombre de sus padres. Lo que se halla indescifrable es el nombre de la esposa, sí puede leerse que fue hija legítima de Pablo Leser y de Manuela Del Carrillo. Podría tratarse de un raro nombre, pero por algunas de las letras que aparecen en algunos casos con mayor claridad, no se ha podido encontrar similitud con nombres consignados en obras específicas, relativas a nombres de personas.
Ese nombre se aproxima bastante a Janira. Pero podría tratarse, dada la estructura del manuscrito, es decir la morfología gramatical de la época, de Javiera, y en apoyo de esta interpretación así se consigna en la recopilación y colección de biografías dirigida por Leónidas F. Acosta, “Perfiles”, aunque aquí se anota el apellido como Lesser, pero lo que emerge a primera vista del acta es que el apellido es Leser y no Lesser, con doble s. Lamentablemente no se sabe nada más acerca de esta señora, ni qué fue de ella tras la muerte del Dr. Boedo.
Pero
volvamos a la Salta de fines de 1815. En esa época estallaron desavenencias entre el general Rondeau y Güemes,
que se complicaron con el distanciamiento entre Salta y Jujuy, por haberse
negado el Cabildo de esta última provincia a reconocer a Güemes como gobernador legítimo
de Salta. Mariano Boedo fue entonces designado por este último como su agente
ante el Cabildo jujeño, a fin de que iniciara las gestiones tendientes a
conseguir un amistoso acuerdo, de manera que se evitara un derramamiento de
sangre. El más feliz éxito coronó las diligencias de Boedo, y Güemes fue
reconocido por los cabildantes de Jujuy, en su alta autoridad.
Convocados los pueblos de las Provincias Unidas
del Río de la Plata para nombrar sus representantes al Congreso General
Constituyente que había de reunirse en Tucumán en el año 1816, la asamblea
electoral de Salta eligió diputados a ese Congreso, al coronel José Moldes, y a
los doctores José Ignacio de Gorriti y Mariano Boedo. Este último fue
designado junto con el Dr. M. Ulloa, para proyectar las instrucciones y poderes
de que debían investirse dichos representantes, y reunido el Congreso, en la
sesión del 2 de mayo de 1816, se leyó el acta de elección para diputado por
Salta, extendida a favor del Dr. Mariano Boedo, la que una vez reconocida, se
aprobó a pluralidad de votos, e inmediatamente fue incorporado en el seno de la
representación nacional.
En la sesión del 1º de julio del mismo año, el
Congreso lo eligió su vicepresidente, y en la sesión del 9 aclamó la
Independencia, firmando en tal carácter la memorable Acta.
Amigo y compañero de representación del coronel
Moldes, en las sesiones de los días 14 y 15 de octubre, hizo moción para que se
tratara la incorporación de aquél; pero el Congreso se pronunció en contra, por
cuanto Moldes, a su arribo a Tucumán, no comunicó su llegada ni tampoco envió
para su registro sus poderes, por lo que en vista de la actitud del Congreso,
Moldes varió de manera de pensar y en la sesión del 17 del mismo mes presentó
sus poderes. Pero en ese interín, el diputado Godoy Cruz había entablado contra Moldes una
acusación por violación de correspondencia, por lo cual la incorporación de
éste fue nuevamente aplazada. Boedo insistió en su propósito en la sesión
del 5 de noviembre, sin lograr que se cumpliera en la medida de sus deseos.
Planteada con este motivo una real
desinteligencia entre Moldes y el Congreso, Boedo resolvió no asistir a él, y
éste en su sesión del 19 de noviembre, determinó se le pasara al Dr. Boedo una
nota “para que sin excusa ni réplica asista desde la sesión siguiente”.
Si concurrió o no a las sesiones, no se tienen noticias, pues sólo se sabe que
el 25 del mismo mes, presentó Boedo una nota del gobierno de Salta, en la que
se manifestaba al Congreso “que si no se trataba la incorporación de Moldes, se
retirarían los demás diputados de Salta”. Vehemente partidario de Moldes,
Boedo se convirtió en su decidido defensor. Participó de las prevenciones
de aquél contra Buenos Aires y votó su candidatura para Director Supremo del
Estado, moción que no fue ni siquiera considerada.
En enero de 1817 desempeñó la presidencia en
turno del Congreso. Continuaba en la misma cuando en la sesión del 18 de
febrero de 1818, se recibió el acta de la junta electoral de Salta, en la que
se comunicaba que en reemplazo de Moldes y de Boedo, que terminaban su mandato,
habían sido electos diputados por aquella provincia, el coronel Mateo Saravia y
el Dr. Juan Marcos Salomé Zorrilla, y en la sesión del 7 de noviembre, previo
informe del diputado Salguero, se decretó la remoción de Boedo y la
incorporación de Zorrilla. Con este motivo, el Congreso le acordó un
viático para que regresara a su provincia. Es de suponer que Boedo se
encontraba ya enfermo, pese a que son muy variadas las versiones sobre el mal
que lo aquejaba, de manera que posiblemente haya querido trasladarse a Buenos
Aires para aliviar sus dolencias.
Poco después se trasladó a Buenos Aires, donde
falleció el 9 de abril de 1819, a la temprana edad de 36 años. Sus restos
se hallan depositados en la cripta de la Basílica de San Francisco de Asís en
Buenos Aires, por deseo suyo, expresado en su testamento, que dictó tres meses
antes de su muerte, con total entereza.
Algunas aclaraciones sobre la familia de Mariano
Boedo, que suele encontrarse mezclada en muchos escritos.
El Dr. Boedo era hermano del teniente coronel
Juan Ramón Boedo, muerto gloriosamente en el ataque a la fortaleza de
Talcahuano, el 6 de diciembre de 1817, y de José Francisco Boedo, casado con
doña María Gerónima Arias Castellanos, padres de los coroneles de milicias José
Félix y Mariano Fortunato y también de la famosa Dámasa Boedo. Acá nos
encontramos con este singular personaje de quien se ha dicho muchas veces que
era hija del Dr. Mariano Boedo.
Dámasa o
Damasita, como se la llamaba familiarmente, era como hemos visto, su sobrina,
de quien vale la pena que hablemos un poquito.
Nació
en Salta, en 1818 y como casi toda su familia era partidaria de Rosas, pero se
habría pasado luego al bando unitario, tal como lo relató Armando Alonso
Piñeiro en su libro “Mujeres Argentinas.”
Se la ha considerado como mujer romántica y entusiasta de la causa unitaria. Conoció personalmente en Salta, en 1841, al general Juan Lavalle, a quien admiraba como guerrero, compartiendo también sus ideas políticas. Se ofreció, entonces, para seguirle como un soldado más en su Campaña Libertadora y, cuando perseguido por Oribe partía el general Lavalle, ella se incorporó a las huestes del luchador contra Rosas y vestida con traje de varón, hizo de centinela frente a la puerta del aposento donde descansaba el general, actuando también ella, al mismo tiempo, como abnegada enfermera y costurera de las tropas.
Se la ha considerado como mujer romántica y entusiasta de la causa unitaria. Conoció personalmente en Salta, en 1841, al general Juan Lavalle, a quien admiraba como guerrero, compartiendo también sus ideas políticas. Se ofreció, entonces, para seguirle como un soldado más en su Campaña Libertadora y, cuando perseguido por Oribe partía el general Lavalle, ella se incorporó a las huestes del luchador contra Rosas y vestida con traje de varón, hizo de centinela frente a la puerta del aposento donde descansaba el general, actuando también ella, al mismo tiempo, como abnegada enfermera y costurera de las tropas.
Su
hermano Mariano había sido fusilado por Lavalle, pero ni siquiera ese hecho
terrible había conseguido disminuir el amor de la joven hacia el general
unitario.
Al morir
Lavalle, amortajó su cadáver y, luego, acompañó el triste peregrinaje que
condujo a Bolivia los restos del paladín. Después, quiso seguir exilada
voluntariamente de su patria. Conoció a su coprovinciana Juana Manuela Gorriti
y, como ella, se convirtió en educadora de la juventud. Estuvo en Sucre, en La
Paz, en Coquimbo, en Lima y en Guayaquil, dedicada a la enseñanza y a la
educación de los niños. Espíritu religioso, abrazó el misticismo y quiso
ingresar como religiosa al Convento de Nazarenas de Lima, no pudiendo cumplir
su propósito debido a su mala salud.
En 1880 regresó a Salta, ciudad en
la que murió, sin que pueda precisarse exactamente la fecha del fallecimiento.
Existen algunas versiones que aseguran que anteriormente había viajado a
Santiago de Chile, donde tuvo un romance con Guillermo Eugenio Billinghurst Agrelo, y donde frecuentó los mejores salones,
regresando a la muerte de él a Salta, donde se pavoneaba con grandes lujos de
vestuario y joyas, como queriendo demostrar que, pese al desliz con Lavalle,
seguía siendo una Boedo.
Por
último, y regresando a nuestro prócer, menciono las palabras del historiador
Antonio Zinny, cuando al referirse al Dr. Mariano Boedo, dijo:
“Su
vida breve nos privó de nuevos hechos. Pero en todas las oportunidades donde le
tocó actuar, Mariano Boedo se perfiló indiscutiblemente como un gran patriota,
un estudioso incansable y, por sobre todas las cosas, un vehemente hombre
ejemplo”.
A
200 años de su desaparición, la Junta de Estudios Históricos del barrio de
Boedo quiere rendir homenaje con estas breves palabras al prócer cuyo nombre
fue elegido para designar a nuestro
barrio, mencionando además que también una avenida, una plaza y una estación de
subterráneos recuerdan a Mariano Boedo en estas calles del sur de la ciudad,
donde pueden admirarse tres esculturas del prócer salteño. Esperamos que su
memoria permanezca viva y presente en el corazón de todos los argentinos, pese
a haber sido relegada en las conmemoraciones del Bicentenario de la Declaración
de la Independencia Argentina.
SILVIA
NORA MARTINEZ
PRESIDENTE
JEHBB
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