miércoles, 14 de octubre de 2020

LA EVOLUCIÓN DEL ALUMBRADO PUBLICO EN LA CIUDAD (1.895 / 1.937)

Nota: Diario La Prensa   31 de enero de 1937

 


Después de los alumbrados primitivos desde el año 1.895 la ciudad contó con 3.079 cuadras iluminadas por 7.697 faroles de gas, unos en forma de brazos y otros en columnas; 1.171 cuadras con 2.927 faroles de kerosene de tipo triangular sobre un poste y 35 cuadras iluminadas eléctricamente con 70 focos de arco voltaico.



















En el año 1.900 existían 10.060 faroles de gas en 4.024 cuadras; 6.188 faroles de kerosene en 2.477 cuadras y 1.090 focos de alumbrado eléctrico en 541 cuadras.

En 1.904 se comenzó a usar el alumbrado de alcohol, con 282 focos instalados en 117  cuadras.

En 1905 existían estos cuatro sistemas de alumbrado:

Gas: 10.407 faroles en 4.203 cuadras.

Kerosene: 5.472 faroles en 2.189 cuadras.

Eléctricos: 1.258 focos en 629 cuadras.

Alcohol: 400 faroles en 160 cuadras.


En 1.915 existían 12.700 faroles de gas, distribuidos en 5.084 cuadras; 2.167 faroles de kerosene en 867 cuadras; 4.082 faroles de alcohol en 1.133 cuadras y 8.714 focos eléctricos de arco voltaico en 4.357 cuadras.
En 1916 las lámparas de arco voltaico fueron totalmente sustituidas por las de filamento metálico

Plaza Rubén Darío
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En 1.918  se suprimió el servicio público de alumbrado a gas, pero no en su totalidad, pues han quedado hasta ahora (1.937) 39 focos que se hallan en la plaza Rubén Darío.



El sistema de alumbrado eléctrico se fue extendiendo y en 1.919 existían 9.437 focos de filamento metálico en columnas artísticas o en armaduras suspendidas en el centro de la calzada; 5.156 faroles de kerosene y 300 de alcohol, habiendo disminuido notablemente estos últimos a raíz de la instalación del alumbrado llamado “provisional” instalaciones estas que ese año de 1.919 sumaron 4.082 focos. Este sistema “provisional” es económico y consiste en un lamparilla suspendida del respectivo alambre y coronada por un reflector de lata.


En 1.930 la ciudad tenía 32.766 focos eléctricos en distribución “definitiva” y 5.363 en distribución “provisional” y además 677 faroles de alcohol.

En el año 1.931 fue apagado el último farol de kerosene.


Actualmente (1.937) existen 43.151 focos eléctricos y los ya mencionados 39 de gas.






El consumo total, en el año 1.936, en ambos sistemas de alumbrado público, fue de 3.230 kilowats y 35.700 metro cúbicos de gas, importando en conjunto un gasto de 2.700.000 pesos



domingo, 11 de octubre de 2020

EL ALMA DE LA CIUDAD

 Nota aparecida en :  Diario Clarín, Lunes 20 de mayo de 1946

 

El alma de la ciudad

Así como un barrio pronuncia el espíritu de una zona suburbana, expresa el acento típico de un sector ciudadano. Buenos Aires, ciudad de anunciaciones, fervores y cariños diversos y hasta antagónicos, tiene calles que conforman verdaderas síntesis de urbes, Boedo calada en Almagro, barriada intensamente poblada y de numerosos afectos porteños, es un ejemplo incuestionable y hasta típico de lo que afirmamos.

Resplandor en la isla

Boedo es de pronto (calle ahondada en ternura en sus numerosos perfiles) la demarcación delimitada del “centro” y las “orillas”. No es precisamente “orilla” en lo expresivo típico popular, ni siquiera suburbio en la nomenclatura ciudadana. Fue y continúa siéndolo no obstante el lavado de cara que los tiempos han ejercido sobre sus facciones, una isla en medio de la multiplicidad abigarrada de la ciudad. Ladeada en su acera que mira al sur, la barriada marca a su carácter diurno y nocturno en los cafés y salas de espectáculos. Zapatería, tiendas, boliches de cigarrería, bares que antes eran almacenes y en los que aún se lucen los festejados estaños, donde levantan su cuello de elegantes cisnes las canillas que peinan el rulo rubio de la cerveza y parroquianos con acentos inconfundibles, ya bien españoles (catalanes, vascos, andaluces, gallegos) o italianos del sur de la península (calabreses, sicilianos, etc.) formaban el conjunto dinámico y pintoresco de la calle en una vereda. Esa vereda era y es todavía el resplandor en la isla.

Boedo pequeña urbe

¡Cómo no debía ser así! Boedo era una síntesis de la ciudad que formalizaba su progreso; un anticipo victorioso del cosmopolitismo porteño: testimonio irrefutable de ese andar en el tiempo que confirmaría más tarde una caracterología ciudadana. Boedo en sus escasos metros que van desde Independencia hasta San Juan, se ganaba el nombre de un club de futbol: San Lorenzo de Almagro. Y en lo que es específico del hincha. Se nos ocurre que esa tipicidad natural ahora de todo Buenos Aires, nació en Boedo. Todo puede ser. En Boedo hizo sus primeras letras de pizarra el primer grupo de escritores y poetas que afinaron su inquietud en los problemas sociales y políticos de nuestro tiempo. Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, Gustavo Riccio, César Tiempo, Enrique y Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Lorenzo Stanchina, Roberto Mariani y otros más formaron esa primera avanzada de la literatura de izquierda en nuestro país, frente al grupo novisensible, europeizante, ultráico y “ramonesco” que acampaba en Florida y su revista “Martín Fierro”. Desde Boedo se irradiaron “Las Grandes Obras” y “Los Pensadores”. En Boedo bajo el auspicio de José González Castillo se ordenó la Peña “Pacha Camac”. Y desde Boedo su hijo Catulo Castillo le dio a la urbe aquel tango que tardará mucho en igualarse: “Organito de la tarde.”

Una escapada lírica

Si los nombres de Luis y Enrique Monti, Omar, Maglio, Carricaberry, Diego García, Arrieta, Fossa, Lema y Lindolfo Acosta sumaban nombradía a Boedo, no fue menos efectiva, la que le brindó el inquietante fervor de un cantor popular que se llamó Dante Linyera, espíritu noble, generoso, que se dio y volcó entero en su amor al pueblo. Y quien precisamente con Julio De Caro, testimonió su cariño a la calle en un tango que la festeja “Boedo”. Junto a ese dibujo lírico de lo popular, se levantan inolvidables los versos de “Yacaré” acuarelista auténtico de nuestro suburbio que no necesitaba del micrófono para decir su copla de afecto, colorida y resuelta en típicas y pintorescas expresiones populares. Martín Castro, payador de fama, entonces supo también andar por Boedo y glosar entusiasmo con sus versadas disconformistas, así como Luis Acosta García coplero y guitarrista que marca la transición en el proceso que sufre la canción popular. A Boedo tampoco le faltó el cultor del tango, aquel que solía entreverar sus “cortes” y “quebradas” entre los más famosos del Mercado de Abasto “La Lora” o “Tarila” por ejemplo en “El Gato Negro” de Boulogne Sur Mer , en “El Primo Círcolo Mandolinístico Italiano” de Corrientes o en el “Excelsior” y el “Marconi” de los famosos concursos de tango que se realizaban en los Carnavales y en los cuales ejercía función monitora el no menos famoso “Cachafaz”

Calle de una sola vereda

El prestigio de la vereda que mira al sur tenía su cuño resplandeciente en el quiosco instalado en Boedo e Independencia, especie de cabina octogonal que exhibía en sus vidrieras la literatura más en boga: diarios y folletos de filiación anarquista que hacían el proceso de los hechos más salientes en el aspecto social y político de la hora. ¡Cómo no recordar ahora aquellas largas tiradas y requisitorias de la época de Vasena y la Semana de Enero! El quiosco surtía esa literatura como quien de pan a los pobres. Y marcaba un hito en la acera del resplandor sobre Boedo. Los hinchas de San Lorenzo tenían su fogón de aprontes en los “Japoneses” de San Juan y Boedo y de Boedo y San Ignacio. También solían agitar sus entusiasmos “Santos” en el “Dante” donde hacían su recalada nocturna, al filo de la madrugada, los cultores del firulete tanguero que entretenían sus ocios haciéndole decir la copla repentista a “Pajarito” un personaje típico de Boedo, viejo lustrabotas con ingenio popular y verba dicharachera de picaresca porteña. O a Francisco, más joven que “Pajarito” de la misma profesión y que prolonga su fama del improvisador callejero. En esa misma acera hacia San Juan estaban “Los Andes” bastante nuevito entonces, el “Cine Moderno”, “La Alegría” que era la cenicienta de Boedo y que hoy remozado se llama pomposamente “Select Boedo”. Y donde en la actualidad enarca su ceño de angustia, edificio marmóreo y hierático el “Banco Municipal de Préstamos” entre Carlos Calvo y Estados Unidos, tenía existencia feliz, oronda y bulliciosa, el baldío que de pronto de la noche a la mañana configuraba su vida en una kermesse ruidosa o en una calesita que servía de mundo a la infancia de los alrededores.

 



Boedo hora ha perdido muchas de las cosas que lo tipificaban como una pequeña urbe. Sin embargo “el ciclón” “los gauchos” o “los santos” de Boedo le prestan todavía notoriedad. La conversación nocturna en el “Dante” o en los “Japoneses” estira su fama. Si ayer fue el nombre de Carricaberry el que llenó de sueños la imaginación del “hincha” de los Monti, de Omar, de Arrieta, de Fossa o de Acosta; si hasta hace poco el corazón del vasco Lángara arracimaba el fervor del Boedo futbolístico; hoy es el nombre del rosarino Pontoni el que entona el espíritu de la barriada, Y más que la barriada, de Boedo, la calle que pese al progreso continúa latiendo en la vereda que mira al sur.