sábado, 12 de octubre de 2019

EL BARRIO BOEDO 7° PARTE Y ÚLTIMA.




 EL MOVIMIENTO LITERARIO



Cuando se comienza a hablar del grupo literario de Boedo, inmediatamente aparece el grupo Florida. Recordemos qué pasó en el comienzo. Boedo era el asiento de gente proletaria, de trabajadores, de gente que no vivía exclusivamente para la cultura, sino que trabajaba para luego gozar de la cultura. 

En 1922 el periódico “Mis Montañas” realiza un concurso de cuentos donde se premia a Elías Castelnuovo por “Tinieblas”












 y a Roberto Mariani por “Cuentos de Oficina”.





 Ambos autores se conocen a través del concurso y comienza una larga relación a la que se van sumando otros escritores que cultivaban la misma clase de literatura y a los que unen las mismas casas editoras.



                    
 Eran la de Rañó  y la de Munner

 posteriormente comprada por Zamora,
que estaba en Boedo 841.


Esta casa saca una edición titulada “Las Grandes Obras” en forma de fascículos, todos de contenido anarquista y de famosas plumas europeas. Se publicaban los sábados y costaban 20 centavos y llegaron a editar veinte mil ejemplares por semana. Así hicieron que la cultura popular alcanzara niveles de expansión. 


Después, cuando se instala Zamora en Boedo 837, publica “Los Pensadores”,


poniendo al alcance de todos las obras literarias ya que se vendían en el café, en el quiosco y en el tranvía. Esta serie alcanzó los 100 números y se convirtió luego en revista.




También publicaba la revista “Claridad”,





 donde escribían Roberto Arlt, Álvaro Yunque, Gustavo Riccio, Castelnuovo, Mariani y que salió hasta 1946.


  El Grupo Florida exhibía también “Martín Fierro”,

 su famosa publicación, pero en esta no se encontraba el contenido social que imperaba entre los intelectuales de Boedo.









 También Álvaro Yunque dirigió una revista: “La Campana de Palo”, que sólo alcanzó 10 números.


Este es sólo un breve relato de los orígenes del famoso Grupo de Boedo, que tanto hizo por llevar la cultura a los niveles más populares.

 LIC. ANÍBAL  LOMBA –

martes, 1 de octubre de 2019

EL BARRIO BOEDO 6° PARTE



 LOS PLÁSTICOS

Alguna vez, alguien comparó a Boedo con Montmartre, tanto que la leyenda que 
Antonio Sassone 
estampó en la placa que recuerda a González Castillo en el Panteón de los Artistas, dice: “De Boedo a Montmartre hay un paso nada más”. 

Es que Boedo era parecido a esa calma de París, de donde surgieron a principios de siglo los principales innovadores de las artes plásticas, todos ellos pertenecientes al mundo proletariado.

 Así, Boedo nos dio figuras de la talla de Agustín Riganelli

Gran Premio Nacional de 1922, que vendía cebollas.







                                        Vicente Roselli, 

el gran escultor de los niños, desempeñó, como todos los artistas de Boedo, innumerables oficios: florista, sastre, mecánico, aprendiz de taller de decoración y mil oficios más, hasta escribió algunas obras de teatro estrenadas por Pedro Zanetta. 





Pero el reconocimiento llegó al fin, colmándolo de éxitos. Roselli fue el autor del busto de José González Castillo que le obsequió a Francisco Reyes y que actualmente se encuentra emplazado frente al Banco Ciudad, primitiva sede de la Peña Pacha Camac.










Para la Junta de Estudios Históricos de Boedo, Francisco Reyes es su máximo exponente como artista plástico, con docenas de obras realizadas y habiendo recibido innumerables distinciones en el país y el exterior.

 Hubo gran cantidad de pintores y escultores que vivieron y trabajaron en Boedo, entre ellos, Hilario Vozzo, Sepuccio Tidone, Regino Vigo y algún otro cuyo nombre se nos escapa. También en Boedo se fundó la “Sociedad de Artistas Plásticos”, bajo la mano rectora de José González Castillo.


LA PEÑA PACHA CAMAC

José González Castillo llegó a Boedo muy joven, desde Salta, donde se encontraba internado en un Seminario. Se instaló acá en Estados Unidos y Castro Barros, trabajando en la barbería de Ricardo, de Independencia y Boedo, lugar de reunión de los payadores del barrio. 

No estudió en ninguna universidad, formándose en la lectura de Baudelaire, Verlaine, Rubén Darío, Ibsen, Dumas y Benavente. 
Tenía poco más de 20 años cuando le llegó el éxito con sus sainetes “Entre bueyes no hay cornadas” y “El retrato del pibe”.

 La política lo llevó a exiliarse en Chile por un tiempo, pero regresó definitivamente a Boedo, donde escribió gran cantidad de sainetes exitosos. 
A partir de 1932 se reúne con el Dr. Julio Cruciani 


para fundar la Peña Pacha Camac. Durante varios años la cultura popular pasó por allí, de la mano de Antonio Sassone, que enseñaba dibujo y por cuyas aulas pasaron muchos de los futuros plásticos de Boedo.   También se formó allí un cuadro filodramático llamado “Las Cigarras” donde se presentaban obras de O’Neill, Ibsen, Pagnol y Florencio Sánchez. Al fallecer su creador, el teatro se rebautizó como “Teatro Popular González Castillo”.  



Su proyecto de la Universidad Popular de Boedo
se tornó realidad en la sede de la escuela Martina Silva de Gurruchaga, en Boedo e Independencia, donde funcionó varios años. 

Eran famosas las caminatas que realizaba al salir de su domicilio en Boedo 1058 junto a Cruciani y al escultor Stephan Erzia, con una jovencita llamada Soledad Lagar, una conocida declamadora de Boedo. Se le iba adosando tanta gente que lo acompañaba en sus caminatas que la gente pensaba que era una manifestación política. Murió en 1937 dejando en Boedo su legado más importante.

Aníbal Lomba

CONTINUARÁ