sábado, 21 de noviembre de 2020

CUANDO BOEDO TODAVIA NO ERA BARRIO.

 

 

Diario La Prensa 20 de noviembre de 1966

 

REFERENCIAS HISTÓRICAS DEL BARRIO DE ALMAGRO

"Cuando BOEDO todavía no era un barrio" 

por Ricardo Llanes

 

Por cierto que cada barrio de la ciudad de Buenos Aires cuenta con la memoria de hechos y lugares históricos; si bien, en no pocos casos, sólo existen en el conocimiento de quienes alcanzan el color de sus imágenes no por mediación del antecedente escrito, sino por influencia de la relación oral. Vamos hoy, con prescindencia de los aun existentes como el colegio Pio IX llamado de Artes y Oficios de los Padres Salesianos que se encuentra en el  mismo solar ocupado hasta 1898, por el Orfelinato Francés (Don Bosco 4050) a recordar otros pocos menos que olvidados por no mucho difundidos; y ello por vehículo de la referencia evocadora y en vías de ilustración.

El barrio de Almagro, cuyo nombre recuerda al Dr. Juan Almagro de la Torre, asesor general y auditor de guerra del Virreynato de Buenos Aires (1) guarda en sus anales algunas páginas de verdadera significación histórica, pues, que nada tiene que ver con las que escapando de la verdad crean el mito y la leyenda. Ellas nos aseguran que en el punto donde la calle Lezica se encuentra con el pasaje Ángel Peluffo, se levantaba la estación Almagro, de la Sociedad Camino de Hierro de Buenos Aires al oeste, vale decir el Ferrocarril Oeste, hoy denominado Domingo Faustino Sarmiento; nos traen el recuerdo de la “Estación  Fúnebre” de Corrientes y Medrano, enterándonos del motivo y de la urgencia que obligaron su instalación en el lugar, y en fin, nos ponen en conocimiento del recorrido que efectuaba un vulgarmente señalado “Tren de las basuras” el que al dejar la calle Loria se iba camino a la quema por la misma línea oblicua que había de transformarse en la arteria estrecha que lleva el nombre de Oruro. Pero veamos algunas referencias en detalle.

LA QUINTA DE LOS COLEGIALES.

Algunos años antes que los pupilos del Colegio Nacional, que se fundara sobre el antiguo seminario, concurrieran a pasar sus vacaciones en la casa de campo que llamaban Chacarita de los Colegiales y que luego Miguel Cané evocaría en la amable estudiantina que es “Juvenilia”, ya otros estudiantes se reunían periódicamente en Almagro con idénticos propósitos. En efecto el escritor B. Sarthou en su obra “Historia Centenaria del Colegio San José de Buenos Aires” (1858-1958), informa: “El padre Barbé del Colegio San José, fue quien en 1862 adquirió manzana y media de terreno en el campero barrio de Almagro, con destino a casa quinta y campo de expansión para los alumnos internos. Bien poco le costó el terreno situado entre las calles, Hoy Díaz Vélez (Camino de Gauna), Medrano y Almagro (2) Allí surgió una frondosa huerta la “Santa María” en torno a una casa paralela a Díaz Vélez, con su infaltable mirador y modesta capilla del Sagrado Corazón”. “Atendían la quinta con el casero permanente los hermanos coadjutores Jean Marie y Jeantin Quilhalanguy. Los domingos y jueves, por la tarde, llegaban los profesores del colegio que también pasaban allí sus vacaciones. Se acostumbraba premiar a los alumnos mayores con una excursión a la “Quinta de Almagro”. Allí, unos montaban a caballo, otros ayudaban al quintero y cosechaban ricos ejemplares de frutales pródigos.

Esta quinta, cuyo ambiente de color y sabor rurales animaron los juegos y entusiasmos juveniles de los alumnos del Colegio San José, se mantuvo hasta el año 1909 en que fue loteada y vendida con venia canónica, como lo expresa este autor.

LA CASA DE CUITIÑO

De las tristemente figuras policiales que actuaban en la llamada “Época rosista” y con ilimitada autoridad en los días fuertes de la Mazorca(los de 1840) la del comandante Ciriaco Cuitiño sobresale del conjunto por los actos de crueldad que obligaron a su fusilamiento en la plaza de la Concepción del Alto de San Pedro, siendo las 9 y 20 de la mañana del jueves 29 de diciembre de 1853.



A este personaje la gente del pueblo le adjudicaba la propiedad de casas y quintas en cada barrio de la ciudad. Una de las tantas, creada nada más que por la leyenda en la cuenta de éste, habría sido la que Don Anselmo Sáenz Valiente mandara construir en los comienzos del siglo XIX y que conocimos en la calle Brandsen pegada al terraplén del Ferrocarril Gral. Roca; otra la que Don Amaro Giura, antiguo vecino de Avellaneda nos trae en su libro “Mis charlas de fogón” “En Güemes- dice nombrando la calle – en lo que hoy es el Mercado de Hacienda, por los fondos de la quinta de Casalis, que fuera residencia del mazorquero Cuitiño, por muchos años los vecinos al pasar se santiguaban: “¡Cruz diablo!”. Y el 10 de noviembre de 1962, con motivo de celebrarse el 65 aniversario de la fundación de la primera escuela de Barracas al Sur, una de las más antiguas educadoras de la misma la Sra. Noemí Vázquez Varela De La Fuente, le expresaba al cronista del diario “La Prensa”; “Decían los vecinos que antes de ser parte de la quinta de la familia de Echenagucía, la casa había pertenecido al rosista Cuitiño”. Empero todo ello respondía a suposiciones y cuentos de vecindad, cuyas versiones, en verdad no corrían en el barrio de Almagro porque en realidad, y lo señala un documento probatorio, la casa conocida como verdadera propiedad de Cuitiño, era la que se encontraba en la calle Independencia 3549 entre las de Maza y Boedo, que habría de ocupar en sus últimos años el corralón de madera de la firma Gómez y Cetrángolo. Y por supuesto que esta casa de portón de rejas y amplio espacio para jardín en todo su frente, no escapó del comentario a media voz por el temor que lo vigilaba, asegurando la existencia de calabozos subterráneos, con elementos de tortura empotrados en las paredes para suplicio de prisioneros y condenados a muerte.

En el Plano Topográfico de la Ciudad de Buenos Aires, mandado a levantar por el gobierno de esta provincia en 1867, dentro del rectángulo que conforman las calle Independencia, San Juan, Virrey Liniers y Boedo, figura esta leyenda: “Herederos de Ciriaco Cuitiño”, válida para asegurarnos que esas 8 hectáreas había sido de su propiedad.

EL HOSPITAL DE NIÑOS

Fue en este barrio donde se fundó el Hospital de Niños “San Luis Gonzaga” “La idea inicial – dice el Dr. Alberto Meyer Arana en su libro “La Beneficencia en Buenos Aires” se debió a Doña María Josefa Del Pino en 7 de enero de 1867” No obstante habrían de transcurrir ocho años antes de que la Sra. Dolores Lavalle de Lavalle hija del héroe de Rio Bamba y sus colaboradoras en la Sociedad de Beneficencia, señoras Emma Van  Praet de Napp, Adela Blaye de Peña y Petrona Villegas de Cordero, pudieran hacerla efectiva. “Salieron tan airosas de esta empresa las abnegadas señoras que al poco tiempo, meses apenas, el hospital abría sus puertas en dos salones de madera construidos en un edificio muy viejo, mitad casa, mitad corralón, de la calle Victoria esquina a la de Liniers (3) pasando el Once de septiembre. Pero ¿Cuál era en realidad el lugar exacto donde se lo encontraba? El escritor Meyer Arana no lo señala y si bien nosotros lo suponíamos por nuestros viejos recuerdos de la zona almagrense, nunca pudimos asegurarlo en razón de que carecíamos del documento certificador.


Pero ahora, el Dr. Caupolican Castilla, médico precisamente del Hospital de Niños desde hace ya más de 60 años, ha venido a confirmarnos aquella presunción: el hospital quedó fundado el 29 de abril de 1875, en la calle Victoria 3420, entre la de Liniers y el pasaje Lange hoy nombrado Lucero “en cuyos fondos – habla el Dr. Castilla – dos galpones de madera con 20 camas cada uno, formaba todo el haber hospitalario, siendo atendidos en forma honoraria por los doctores Ricardo Gutierrez y Rafael Herrera Vega y el practicante José María Ramos Mejía(4). Por descontado que tal obra, en virtud de su espléndido  sentido humanitario y por amor al niño, constituye la página más hermosa en la historia de este barrio. Y si hoy el lugar está desconocido, transformado en inquilinato, nos basta el hecho de acercarnos a su puerta para percibir las imágenes de aquellas admirables mujeres, de aquellos magníficos representantes del género humano, cuyas memorias, por nuestra parte, reverenciamos con honda gratitud.

 

EL PALACIO MUÑIZ

 

Corriendo los días de la primera década podíamos ver en Almagro, sobre la Av. Rivadavia, algunas figuras arquitectónicas de versallescas líneas; y vecino a las residencias de las familias de Lugones, Repetto, Alzaga de Vivanco, Porcel de Peralta, Elía de Ezcurra, Gaete de Belgrano, así como las del almirante Enrique Howard y Gral. Francisco Bosch, se levantaba la muy elegante y atrayente estampa del palacio Muñiz. En él habitaba quien había gastado una fortuna en alhajarlo con toda la riqueza, finura y prestancia del París, finisecular; la Sra. Isabel Frías, pertenecía a la ilustre rama de este patronímico que había contado con varones notables como el guerrero de la Independencia, Teniente Gral. Eustaquio Frías y el Dr. Feliz Frías, que fuera secretario del Gral. Lavalle, Doña Isabel había casado con el Dr. Ramón B. Muñiz y por lo tanto era hija política del sabio naturalista argentino Dr. Francisco Javier Muñiz.


 El palacio construido por los alrededores de 1890, cuya entrada principal era la de Rivadavia 4280, armonizaba el señorío de su artística figura con los cuadros de la opulenta jardinería que tras de la primorosa verja de hierro forjado, se brindaba a la admiración del transeúnte en toda la cuadra de la calle Mármol. En este palacio fue donde se agasajó con un banquete en 1896, al Arzobispo de  Santiago de Chile, Dr. Casanova y a su acompañante el Obispo y famoso orador Ramón Ángel Jara y corriendo el tiempo, la mansión de la hermosa como excelente mujer que era Doña Isabel por sus dones de cultura y mundanidad constituyó el centro preferido de lo más significativo del mundo social y político, de cuyas fiestas y resonantes bailes quedan memorias en “albumes” y “carnets”. Era por el tiempo en que la Av. Rivadavia se encontraba todavía algunos años distanciada de los gigantes colmillos que iban a desgarrarle las entrañas, para que la ciudad contara con el primero de sus trenes subterráneos.

(1    (1)          “Calles y plazas de Buenos Aires”

A.     Beccar Varela y E. Udaondo

Edición año 1910.

(2    (2)       Actual Francisco Acuña de Figueroa

(3     (3)     Hoy denominadas Hipólito Yrigoyen y Virrey Liniers

(4    (4)     La Prensa 

                7 de octubre de 1965.

 

Este escrito del Don Ricardo Llanes es anterior a las ordenanzas de 1968 cuando se le da entidad como barrio a Boedo, hasta entonces toda esta zona  pertenecía a Almagro

 

 

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