martes, 27 de agosto de 2019

BICENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE MARIANO JOAQUÍN BOEDO


MARIANO JOAQUÍN BOEDO

EN EL BICENTENARIO DE SU MUERTE

Es cosa probada, que cada vida es hija de sus obras. No es necesario el hecho magnífico, la hazaña que exceda el escenario local, para que la historia juzgue y coloque a cada hombre, en el sitio dilecto de hijo ejemplar de la patria.
Por el contrario, la historia se teje también con la labor callada de todos los días, como si la patria fuera un gran panal donde cada abeja lleva calladamente al mismo, la miel que produce. Tal es el caso de Mariano Boedo.
Le tocó a este benemérito salteño, actuar en una época particularmente difícil para la patria y en todos los cargos que desempeñó sus dotes personales, su fervor patriótico, su visión de estudioso, le permitieron coronar con éxito las tareas más difíciles.
Aníbal Lomba




Nació en Salta, el 25 de julio de 1782, siendo sus padres, Manuel Antonio Boedo y María Magdalena Aguirre.  Fue bautizado el día 27 del mismo mes con los nombres de Mariano Joaquín.  Hizo sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, en Córdoba, donde cursó tres años, pasando después para completar su carrera, a la Universidad de Charcas, en donde, por no pagar los fuertes derechos que demandaba el doctorado, su familia, que lo costeaba, lo facultó solamente para el de Licenciado “in utroque”, no obstante haber dado brillante prueba de su capacidad en los estudios hechos sobre leyes civiles y teología, donde mostró ingenio peregrino y un profundo talento. De todo ello  pudo quedar justamente complacida y orgullosa su ausente madre, leyendo sus cartas, en las que Mariano  decía: “Fuera de los tres exámenes de leyes que tengo dados –de los que salí con mucho lucimiento y aplauso- di uno de teología, el día 18 del presente mes, de sesenta cuestiones.  Salí con muchos más aplausos que en los de leyes, mereciendo que el rector de la Universidad divulgase mi habilidad por toda Chuquisaca y que hiciera mucha estimación de mí, hasta llegar a decirme que me dispensaría algún dinero del grado” (carta de Boedo del 25 de abril de 1803, archivada en el expediente de la testamentaria de Manuel Antonio Boedo.
En 1804 logró ocupar la secretaría de la Real Audiencia y en mayo de 1805 se recibió de abogado.  Durante la estadía de Mariano Moreno en Charcas, ambos cultivaron amistad y confianza, siendo condiscípulos y profesando las mismas ideas federales, coincidiendo también en lo altivo y orgulloso del carácter.  Su guardián preceptor, el doctor Fernando Córdoba, hubo con este motivo de impresionarse, causa por la cual escribió a la madre de Boedo: “En él descubro bastante juicio, opinando que es conveniente se le menguara la mesada, puesto esto es lo que domará su engreimiento,  crea usted que así le ha de rogar”.
Esta vinculación con Moreno fue seguramente lo que determinó más tarde a éste a nombrar a Boedo, que se hallaba en Salta en aquella época, como asesor del coronel Juan Martín de Pueyrredón, que con fecha 3 de agosto de 1810 había sido designado por la Junta de Buenos Aires, gobernador intendente de Córdoba.  Boedo fue nombrado por decreto de la Junta de fecha 20 de noviembre de aquel año.
Previamente, Mariano Boedo había contraído primeras nupcias en Salta, el 18 de febrero de 1807. Del acta de matrimonio surgen una serie de datos que son muy relevantes porque ratifican los suministrados en la bibliografía y rectifican otros al merecer mayor valor, por su carácter documental.
El matrimonio fue celebrado en Salta, en dicha fecha según consta en documentos del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Allí se consigna que Mariano Boedo es licenciado y abogado, graduado en la Universidad de Charcas; “hijo legítimo del finado Don Manuel Antonio Boedo y de Doña María Magdalena Aguirre”. Esto es importante, porque en algunos documentos varía el nombre de sus padres. Lo que se halla   indescifrable es el nombre de la esposa, sí puede leerse que fue hija legítima de Pablo Leser y de Manuela Del Carrillo. Podría tratarse de un raro nombre, pero por algunas de las letras que aparecen en algunos casos con mayor claridad,  no se ha podido encontrar similitud con nombres consignados en obras específicas, relativas a nombres de personas.
Ese nombre se aproxima bastante a Janira. Pero podría tratarse, dada la estructura del manuscrito, es decir la morfología gramatical de la época, de Javiera, y  en apoyo de esta interpretación así se consigna en la recopilación y colección de biografías dirigida por Leónidas F. Acosta, “Perfiles”, aunque aquí se anota el apellido como Lesser, pero lo que  emerge a primera vista del acta es que el apellido es Leser y no Lesser, con doble s. Lamentablemente no se sabe nada más acerca de esta señora, ni qué fue de ella tras la muerte del Dr. Boedo.
Pero volvamos a la Salta de fines de 1815. En esa época estallaron  desavenencias entre el general Rondeau y Güemes, que se complicaron con el distanciamiento entre Salta y Jujuy, por haberse negado el Cabildo de esta última provincia  a reconocer a Güemes como gobernador legítimo de Salta. Mariano Boedo fue entonces designado por este último como su agente ante el Cabildo jujeño, a fin de que iniciara las gestiones tendientes a conseguir un amistoso acuerdo, de manera que se evitara un derramamiento de sangre.  El más feliz éxito coronó las diligencias de Boedo, y Güemes fue reconocido por los cabildantes de Jujuy, en su alta autoridad.
Convocados los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata para nombrar sus representantes al Congreso General Constituyente que había de reunirse en Tucumán en el año 1816, la asamblea electoral de Salta eligió diputados a ese Congreso, al coronel José Moldes, y a los doctores José Ignacio de Gorriti y Mariano Boedo.  Este último fue designado junto con el Dr. M. Ulloa, para proyectar las instrucciones y poderes de que debían investirse dichos representantes, y reunido el Congreso, en la sesión del 2 de mayo de 1816, se leyó el acta de elección para diputado por Salta, extendida a favor del Dr. Mariano Boedo, la que una vez reconocida, se aprobó a pluralidad de votos, e inmediatamente fue incorporado en el seno de la representación nacional.
En la sesión del 1º de julio del mismo año, el Congreso lo eligió su vicepresidente, y en la sesión del 9 aclamó la Independencia, firmando en tal carácter la memorable Acta.
Amigo y compañero de representación del coronel Moldes, en las sesiones de los días 14 y 15 de octubre, hizo moción para que se tratara la incorporación de aquél; pero el Congreso se pronunció en contra, por cuanto Moldes, a su arribo a Tucumán, no comunicó su llegada ni tampoco envió para su registro sus poderes, por lo que en vista de la actitud del Congreso, Moldes varió de manera de pensar y en la sesión del 17 del mismo mes presentó sus poderes. Pero en ese interín, el diputado  Godoy Cruz había entablado contra Moldes una acusación por violación de correspondencia, por lo cual la incorporación de éste fue nuevamente aplazada.  Boedo insistió en su propósito en la sesión del 5 de noviembre, sin lograr que se cumpliera en la medida de sus deseos.
Planteada con este motivo una real desinteligencia entre Moldes y el Congreso, Boedo resolvió no asistir a él, y éste en su sesión del 19 de noviembre, determinó se le pasara al Dr. Boedo una nota “para que sin excusa ni réplica asista desde la sesión siguiente”.  Si concurrió o no a las sesiones, no se tienen noticias, pues sólo se sabe que el 25 del mismo mes, presentó Boedo una nota del gobierno de Salta, en la que se manifestaba al Congreso “que si no se trataba la incorporación de Moldes, se retirarían los demás diputados de Salta”.  Vehemente partidario de Moldes, Boedo se convirtió en su decidido defensor.  Participó de las prevenciones de aquél contra Buenos Aires y votó su candidatura para Director Supremo del Estado, moción que no fue ni siquiera considerada.
En enero de 1817 desempeñó la presidencia en turno del Congreso.  Continuaba en la misma cuando en la sesión del 18 de febrero de 1818, se recibió el acta de la junta electoral de Salta, en la que se comunicaba que en reemplazo de Moldes y de Boedo, que terminaban su mandato, habían sido electos diputados por aquella provincia, el coronel Mateo Saravia y el Dr. Juan Marcos Salomé Zorrilla, y en la sesión del 7 de noviembre, previo informe del diputado Salguero, se decretó la remoción de Boedo y la incorporación de Zorrilla.  Con este motivo, el Congreso le acordó un viático para que regresara a su provincia. Es de suponer que Boedo se encontraba ya enfermo, pese a que son muy variadas las versiones sobre el mal que lo aquejaba, de manera que posiblemente haya querido trasladarse a Buenos Aires para aliviar sus dolencias.
Poco después se trasladó a Buenos Aires, donde falleció el 9 de abril de 1819, a la temprana edad de 36 años. Sus restos se hallan depositados en la cripta de la Basílica de San Francisco de Asís en Buenos Aires, por deseo suyo, expresado en su testamento, que dictó tres meses antes de su muerte, con total entereza.
Algunas aclaraciones sobre la familia de Mariano Boedo, que suele encontrarse mezclada en muchos escritos.
El Dr. Boedo era hermano del teniente coronel Juan Ramón Boedo, muerto gloriosamente en el ataque a la fortaleza de Talcahuano, el 6 de diciembre de 1817, y de José Francisco Boedo, casado con doña María Gerónima Arias Castellanos, padres de los coroneles de milicias José Félix y Mariano Fortunato y también de la famosa Dámasa Boedo. Acá nos encontramos con este singular personaje de quien se ha dicho muchas veces que era hija del Dr. Mariano Boedo.
  Dámasa o Damasita, como se la llamaba familiarmente, era como hemos visto, su sobrina, de quien vale la pena que hablemos un poquito.
Nació en Salta, en 1818 y como casi toda su familia era partidaria de Rosas, pero se habría pasado luego al bando unitario, tal como lo relató Armando Alonso Piñeiro en su libro “Mujeres Argentinas.”
Se la ha considerado como mujer romántica y entusiasta de la causa unitaria. Conoció personalmente en Salta, en 1841, al general Juan Lavalle, a quien admiraba como guerrero, compartiendo también sus ideas políticas. Se ofreció, entonces, para seguirle como un soldado más en su Campaña Libertadora y, cuando perseguido por Oribe partía el general Lavalle, ella se incorporó a las huestes del luchador contra Rosas y vestida con traje de varón, hizo de centinela frente a la puerta del aposento donde descansaba el general, actuando también ella, al mismo tiempo, como abnegada enfermera y costurera de las tropas.
Su hermano Mariano había sido fusilado por Lavalle, pero ni siquiera ese hecho terrible había conseguido disminuir el amor de la joven hacia el general unitario.
Al morir Lavalle, amortajó su cadáver y, luego, acompañó el triste peregrinaje que condujo a Bolivia los restos del paladín. Después, quiso seguir exilada voluntariamente de su patria. Conoció a su coprovinciana Juana Manuela Gorriti y, como ella, se convirtió en educadora de la juventud. Estuvo en Sucre, en La Paz, en Coquimbo, en Lima y en Guayaquil, dedicada a la enseñanza y a la educación de los niños. Espíritu religioso, abrazó el misticismo y quiso ingresar como religiosa al Convento de Nazarenas de Lima, no pudiendo cumplir su propósito debido a su mala salud.

 En 1880 regresó a Salta, ciudad en la que murió, sin que pueda precisarse exactamente la fecha del fallecimiento. Existen algunas versiones que aseguran que anteriormente había viajado a Santiago de Chile, donde tuvo un romance con Guillermo Eugenio Billinghurst  Agrelo, y donde frecuentó los mejores salones, regresando a la muerte de él a Salta, donde se pavoneaba con grandes lujos de vestuario y joyas, como queriendo demostrar que, pese al desliz con Lavalle, seguía siendo una Boedo.


Por último, y regresando a nuestro prócer, menciono las palabras del historiador Antonio Zinny, cuando al referirse al Dr. Mariano Boedo, dijo:
“Su vida breve nos privó de nuevos hechos. Pero en todas las oportunidades donde le tocó actuar, Mariano Boedo se perfiló indiscutiblemente como un gran patriota, un estudioso incansable y, por sobre todas las cosas, un vehemente hombre ejemplo”.
A 200 años de su desaparición, la Junta de Estudios Históricos del barrio de Boedo quiere rendir homenaje con estas breves palabras al prócer cuyo nombre fue elegido para  designar a nuestro barrio, mencionando además que también una avenida, una plaza y una estación de subterráneos recuerdan a Mariano Boedo en estas calles del sur de la ciudad, donde pueden admirarse tres esculturas del prócer salteño. Esperamos que su memoria permanezca viva y presente en el corazón de todos los argentinos, pese a haber sido relegada en las conmemoraciones del Bicentenario de la Declaración de la Independencia Argentina.

SILVIA NORA MARTINEZ
PRESIDENTE JEHBB



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